
Con motivo del cuadragésimo octavo Día anual de Nutrición y Dietética, que reunirá este viernes en París a unos mil profesionales del sector, los nutricionistas explican las ventajas de comer bien.
Para la gerontóloga Monique Ferry, "envejecer sin patología ni discapacidad, manteniendo un nivel de actividad física y cognitiva elevado, es totalmente factible". Para conseguirlo "el factor modificable más accesible es sin ninguna duda la alimentación", dice.
Antes de nada, como recalca Bernard Guy-Grand, experto en nutrición, aunque se recomiende "una alimentación frugal" los ancianos no deben reducir su aporte proteico. "Las pérdidas de peso después de 70 años son tóxicas", explica.
Insiste en la importancia de las proteínas --contenidas en los huevos, los productos lácteos o la carne vacuna-- y de los glucidos de absorción lenta, como las judías blancas, los garbanzos o las lentejas.
El profesor Yves Boirie de la Universidad francesa de Clermont-Ferrand estima que no conviene perder de vista la reducción de masa muscular o sarcopenia, que puede degenerar en una enfermedad.
Para combatirla, Boirie sugiere la absorción de un ácido aminado esencial como la leucina, que estimula la síntesis de las proteínas musculares. Se encuentra en las proteínas lácteas, los granos de soja, las lentejas, la carne de vaca y los cacahuetes.
Como recomienda la "crononutrición", el 80% de las proteínas alimentarias se debe ingerir durante la comida del mediodía porque se asimilan mejor si se toman de golpe.
Para luchar contra la osteoporosis, los nutricionistas recomiendan una cantidad adecuada de proteínas y de calcio, así como vitamina D para transportar el calcio hasta las células óseas. En el caso de las mujeres con menopausia el aporte de calcio "no hace más que retardar el proceso", advierten los expertos.
Por el contrario hay muy pocas certezas sobre las causas del "declive cognitivo", que engloba tanto la pérdida de memoria como las demencias (como las de la enfermedad de Alzheimer), por lo que resulta difícil ponerle remedio. De todas formas, los nutricionistas apuntan diversos estudios que sugieren "un papel protector de las vitaminas B" y E.
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