Los países ricos, Europa y EE UU sobre todo, dedicaron 80.000 millones de euros en 2006 a subsidiar a sus campesinos, recordó ayer la ONG Oxfam en la cumbre de la FAO (Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación) que se cierra hoy en Roma.
A cambio, la ayuda internacional a la agricultura no pasa de 2.600 millones de euros anuales. Los subsidios estatales del Primer Mundo impiden a los países más pobres desarrollar sus mercados agrícolas, exportar, competir en igualdad de condiciones.
La agricultura se ha convertido en un comercio falsario, y que ha estrangulado cada vez a más gente en el planeta. Suecia recordó ayer que sólo si se eliminan o reducen los subsidios agrícolas y se abre "de manera generosa" el acceso de todos a los mercados, podrán los países en desarrollo ampliar su producción para evitar el hambre de sus poblaciones.
Para ello hace falta, recordó el ministro sueco de Agricultura, Eskil Erlandsson, completar la famosa Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Pero nadie tiene gran esperanza en que los países proteccionistas den su brazo a torcer.
Oxfam cree que un acuerdo global de libre comercio no ayudaría por sí sólo a resolver la crisis, porque si se aprueban las propuestas oídas otras veces en la OMC, "los países pobres quedarían expuestos a la volatilidad del mercado".
Otros piensan que, al no tener la posibilidad de desbloquear una situación que lleva años bloqueada, la cumbre de Roma está abocada a quedarse, una vez más, en palabrería y buenas intenciones. Aunque aparecen algunos signos positivos, como la iniciativa lanzada ayer por Kofi Annan para la Revolución Verde en África, que busca aumentar la producción y la productividad en el continente, la división a la hora de proponer soluciones es la norma.
Noruega señala que no habrá nada que hacer si los granjeros africanos no logran colocar sus productos en un "mercado funcional". Pero ese mercado mundial, dicen las ONG más aguerridas, es una entelequia. Nadie sabe para qué sirve realmente, salvo para mantener el orden económico, enriquecer a un puñado de corporaciones y aumentar el número de personas que pasan hambre.
Para Henar Senovilla, que coordina la campaña Derecho a la alimentación. Urgente, la única solución al hambre es "la vuelta a una agricultura sostenible social, económica, política y medioambientalmente, destinada a la alimentación en lugar de al comercio".