REDACCIÓN INTERNACIONAL.- El primer mundo que está preocupado por el precio de la gasolina toma a diario chocolate y cacao en polvo que procede de la recolección hecha por miles de niños esclavos en Costa de Marfil, según una investigación hecha por el periodista español Xaquín López.
Esta nación, en la actualidad, es el primer productor mundial de cacao y para ser competitiva esclaviza "desde hace unos 20 o 25 años" en sus plantaciones a niños, que proceden de su vecino Benín y fueron comprados por traficantes benineses, porque en esta pesadilla son los "benineses los que trafican con los propios benineses", apuntó López en una entrevista con Efe.
Este fenómeno junto con el del tráfico de niños -también de Benín y en régimen de esclavitud en la extracción de arena en canteras de la selva y del fondo del río Ogun para la construcción de la capital financiera nigeriana, Lagos- es relatado por López, reportero de la cadena de televisión española TVE, en su libro "Las fronteras se cruzan de noche" (2008).
Benín es uno de los países más pobres del mundo, que tras conseguir la independencia de los franceses en 1960 se sumergió en un régimen comunista y ahora desde hace dos años está gobernado por el presidente Boni Yayi, que "es un tecnócrata con la cabeza bien amueblada", señaló López.
Este mandatario lucha contra el analfabetismo, la miseria y el tráfico de miles de niños benineses que trabajan de sol a sol, comen ratas fritas, duermen en medio de las plantaciones o la selva, contraen enfermedades mortales, es decir, sobreviven en un régimen de esclavitud permitido, a su juicio, en Nigeria y Costa de Marfil.
Mientras "a nivel político y diplomático hay un desinterés por el tema", salvo las ONGs que operan en la zona y la "Embajada de Alemania en Costa de Marfil, que tiene un programa de sensibilización", señaló López, nadie toma cartas en el asunto.
Por lo que este relato -narrado en primera persona por este reportero especializado en África- quiere "denunciar la situación que se está viviendo en Benín, que es un país olvidado y que tiene un gran tráfico de niños".
Esta investigación de Xaquín López (Chantada, Lugo, 1962) -que comenzó con un reportaje en julio de 2005 y se prolongó hasta marzo de este año- se podría resumir en palabras del autor: "Lo que he visto en Benín no lo he visto en ningún otro lado".
En este proceso de venta del niño esclavo, que está "institucionalizado" en Benín, es "fundamental la figura del clan" -formado por familiares y jefes del poblado- que decide "qué niño va a ser traficado", aunque "la madre normalmente se opone, pero no puede hacer nada".
Así, los niños son vendidos por "10 euros, 15 euros, depende de -según el periodista- si el niño es fuerte, de si el niño tiene 8 años y no está desarrollado".
Además, no hay límites con "los que se convierten en esclavos meses antes de las dos cosechas de cacao" del año: "La de octubre y la de marzo".
Al esclavo antes de salir del poblado se le engaña: "Te vas a ir a una vida mejor y este señor se va a encargar de ti", y se evita que el niño vea la transacción monetaria entre el traficante y el padre, "porque -añadió- incluso puede llegar a denunciar que el padre le ha vendido".
"Lo asombroso -resaltó este reportero- es la normalidad y la impunidad" con la que se lleva a cabo el tráfico de estos niños, "que es bastante cotidiano" y en el que "los policías aceptan sobornos" y el traficante es "una persona respetada dentro del entorno" de la familia, matizó López.
Estos esclavos proceden de familias polígamas, en las que el padre tiene 5 ó 6 mujeres y unos 20 ó 30 hijos, en un país sumido en la pobreza, ya que su principal cultivo es el algodón, pero que está en crisis debido a la competitividad del mercado estadounidense, según el reportero.
De ahí que Benín, rodeado por "los dos países más ricos de la región" -Nigeria, por el petróleo, y Costa de Marfil, por ser el "paraíso de la agricultura en el Golfo de Guinea"-, atraiga a inmigrantes y a todo tipo de traficantes y comerciantes y así la macrociudad de Lagos crezca a marchas forzadas y el chocolate sea fruto de la esclavitud en pleno siglo XXI.